El jueves 19 de noviembre se entregaron los PREMIOS en LA PLAZA DE POE. Lecturas, aplausos y libros.
CARAMELO WESTERN
MIGUEL DESVERN
(Javier de la Morena Corrales)
El día de Reyes Magos disparé en el oído de la novia de mi padre con mi nueva pistola de juguete. Mi tío, que trabajaba en una tienda de chuches, trajo una piñata con forma de indio apache que colgó en el salón. Cuando nos reunimos por la tarde, mis primos, mi hermana y yo nos tapamos los ojos y empezamos la cuenta atrás para comenzar a golpear al viento, hasta que en algún momento diéramos con aquella fuente de caramelos. Aprovechando que en casa de mi tío los Reyes me habían regalado un sombrero de sheriff y una pistola de bolitas de plástico, decidí ponerme mi disfraz y usar mi arma para impresionar a todos con mi increíble rapidez. Al momento de presionar el gatillo, Natalia, la novia de mi padre, gritó provocando el silencio de toda mi familia. Hice como que me destapaba los ojos, pues nunca llegué a tapármelos, y descubrimos que su oído sangraba. Rápidamente me guardé la pistola en el bolsillo, como si siempre hubiera estado allí. Natalia, que decía no oír bien, comenzó a llorar. Mi padre y su respiración furiosa se acercaron con rapidez para darme una bofetada. Mi primo pequeño Jorge, no consciente todavía de la situación, montaba en el caballo de madera que Melchor, Gaspar o Baltasar le había regalado. El gato negro de mis primos, Salter, miraba desde la ventana. Juraría que tuve incluso la sensación de que una brisa desértica se instalaba en el salón, surgiendo del gotelé. Aunque no quise parecerme a Natalia, yo también comencé a llorar mientras la piñata caía en el suelo. Los caramelos ya habían llenado de color rojo metálico toda la habitación.
Mi padre subió al coche a Natalia y se fue corriendo al hospital. Jamás le he vuelto a ver conducir tan rápido. Cuando pienso en mi padre suelo recordar esas mañanas de fin de semana, cuando nos traía porras y churros después de darse un paseo por el parque. Luego descubrimos, al poner nuestra oreja en la pared —tradición que se instaló en casa desde que mis padres solo se comunicaban a gritos en su habitación—, que esos paseos previos a las porras eran en realidad visitas rápidas a Natalia. Mientras el coche de mi padre se iba perdiendo entre petardos y luces de Navidad, mis tíos discutían con brusquedad, a la vez que recogían los platos. Quizá entonces empecé a darme cuenta de mis actos, del dolor que podía haber causado a Natalia, de las miradas llenas de odio que me apuntaban y hacían más daño que mi propia pistola. Podía ver cómo mi tía regañaba a mi tío por haberme hecho esos regalos. Ese día descubrí que los Reyes Magos no existían. El gato negro me miraba en todo momento.
—Dime que no lo has hecho aposta —dijo mi hermana cerrando la puerta del baño.
—¿Y si lo hice aposta?
—Te vas a meter en un buen lío.
—Pero mamá jamás habría traído a su novio a casa. Lo hice por ella. No se lo merece.
—Mamá no va a tener novio. Las mamás se quedan solas cuando se divorcian. Eso dice mi amiga Sofía —dijo muy convencida de que lo que contaba era cierto.
—Es solo una pistola de juguete—dije medio lloroso—. Yo solo quería que se fuera a su casa. No es de la familia.
—He oído a los tíos decir que puede que se quede sorda.
—Seguro que me echan la culpa de todo. Los tíos están enfadados conmigo, papá está enfadado conmigo. Todos están enfadados conmigo.
—Yo no. Y estoy segura de que mamá estaría muy contenta de saber que lo hiciste por ella. Mi amiga Sofía dice que sus padres se alegran mucho cuando ella hace algo por ellos.
—¿Qué hago ahora?
—Creo que lo mejor sería que te dispararas tú también.
—¡Estás loca!
—Solo digo que si tú te disparas creerán que estás arrepentido y te traerán regalos al hospital.
—¿Y no me dolerá?
—¿No decías que es solo un juguete? Hazme caso. Mi amiga Sofía vio una película de vaqueros con sus padres donde el sheriff se caía del caballo para hacer creer a los indios que estaba muerto. Serás como el sheriff.
Cogí la pistola, que la llevaba todavía guardada en el bolsillo —a mis tíos, entre tanto alboroto, se les olvidó recogérmela—y, temblando, me disparé en el ojo. Debió dolerme tanto que me mareé al instante. Solo recuerdo a mi tío cogiéndome en brazos, el gato negro mirándome, el coche acelerando, la camilla del hospital.
Al día siguiente, Natalia estaba sentada en el sillón que había a mi lado. Cuando me desperté se acercó para decirme que me perdonaba. Al parecer, y por suerte, solo había sido un susto y ella se encontraba perfectamente. Dijo que al yo tener los ojos tapados sabía que no pudo ser culpa mía. Luego me regaló un peluche del vaquero Woody. Intenté pensar que hice lo correcto pero lo único que notaba era que no podía abrir y cerrar el ojo derecho sin sentir dolor. Cuando salí del hospital, mamá dejó que me sentara a su lado. Era la primera vez que tenía el amargo honor de sentarme delante. La radio comenzó a sonar pero algo me impedía escucharla. No me fijé siquiera en los coches que pasaban a nuestro lado. Mis ojos seguían mirando con vergüenza a aquella amigable y descolorida sonrisa del vaquero de peluche.
Relato ganador del I Certamen para jóvenes Festeen literario “El gato negro” 4 de noviembre 2015.
El 4 de noviembre de 2015 se ha fallado el I CONCURSO DE RELATO BREVE PARA JÓVENES “El gato negro” dentro del marco del III FESTIVAL DE CULTURA JOVEN DE MADRID, FESTEEN, para fomentar la escritura y la lectura entre los jóvenes, con la participación de La plaza de Poe, espacio de creación literaria y musical y Matadero Madrid.
A partir de una primera selección realizada el pasado 2 de octubre donde se seleccionaron 25 relatos entre todos los relatos recibidos, el jurado formado por La plaza de Poe, el comité del Festeen y el equipo de contenidos de Matadero Madrid, fallan por unanimidad a favor del relato presentado bajo el título Caramelo Western de Miguel Desvern cuya información es la siguiente:
Nombre: Javier de la Morena Corrales de nacionalidad española y residente en Madrid.
El jurado considera que dicho relato tiene una estructura sólida dentro de los cánones del género, una prosa correcta, un ritmo acorde con la narración y maneja de manera brillante la ironía y el diálogo.
El jurado hará entrega del premio en el acto que tendrá lugar el próximo día 19 de noviembre. En dicho acto se leerá la obra ganadora y se harán públicos los nombres de los autores de los SEIS relatos finalistas y una mención de honor entre los 25 relatos seleccionados que el jurado considera que por su calidad merecen dicho reconocimiento.
Hora de pensar de Carlos Campuzano
La procesión del pobre diablo de Isidro Benaroya
Testimonio de lo incierto de Paula Romero
Desperté de Ana Ramirez Rico
Los murciélagos de Carmen Rotger
Teatro número 6 de Elena Vega
y mención de honor para Un gato muy extraño de Sergio Ormaeche
La plaza de Poe y Matadero Madrid, agradecen a todos los autores su participación y animan a los jóvenes a seguir escribiendo.